La pandemia me encontró conviviendo con mi pareja, así que por suerte siempre tengo compañía. Al principio fue difícil frenar el trabajo y aislarse totalmente. Como trabajadora independiente tuve mucha incertidumbre de cuándo iba a poder volver a realizar ventas para generar un ingreso. A medida que se pudieron retomar actividades, el ánimo fue mejorando.
A partir del aislamiento, volví a usar la bicicleta, que estaba olvidada hacía 10 años en casa de mi madre. Principalmente para evitar el transporte público, aunque también para poder realizar entregas a domicilio de mi emprendimiento.
Si bien se extrañan las reuniones sociales normales, durante la primavera y el verano pude volver a juntarme con mis amigos cercanos en plazas y parques. Quisiera poder reunirnos en lugares cerrados como antes, pero al menos es algo.